"Esta noche tomaremos una copiosa cena, beberemos los más caros brebajes y gastaremos todo el dinero que tenemos para así procurarnos todo el lujo y divertimento que merecemos. Total, mañana seremos pobres..."

domingo, 27 de abril de 2014

Crítica Mystic River

FICHA TÉCNICA
TÍTULO: Mystic River
ACTORES: Sean Penn, Tim Robbins, Kevin Bacon, Laurence Fishburne, Marcia Gay Harden, Laura Linney, Emmy Rossum
DIRECTOR: Clint Eastwood
ESCRITOR: Brian Helgeland (adaptado de la novela de Dennis Lehane.)
PRODUCTOR: Warner Bross. Pictures
MÚSICA: Clint Eastwood
FOTOGRAFÍA: Tom Stern
E.E.U.U. 2003 Warner Bross. Pictures
DURACIÓN: 137’


ARRASTRADOS POR EL RÍO DE LA VIDA
Vivimos sujetos a un número de factores de carácter aparentemente aleatorio, estos nos afectan de un modo u otro y definen nuestras vidas. Jimmy, Sean y Dave han sido amigos desde la infancia, pero un terrible acontecimiento los distanció irremediablemente. Años después, cada uno ha emprendido su camino, pero sus vidas vuelven a coincidir cuando la hija de Jimmy es asesinada estando al cargo de la investigación Sean, ahora policía, y siendo Dave el principal sospechoso.
Clint Eastwood empezó en esto del cine después de mucho tiempo luchando por conseguirlo. Tuvo que recorrer ciudad tras ciudad en busca de trabajo con su padre durante la Gran Depresión, trabajó en innumerables ámbitos, siendo desde carpintero o bombero forestal, pasando por pianista y limpia piscinas, hasta actor, compositor y director. Ha dirigido y protagonizado un gran número de películas, destacando sus interpretaciones de Harry el Sucio, los westerns con Leone y sus últimos trabajos como director.
En 2003 consiguió, con Mystic River, poner de acuerdo a público y crítica y esto es fundamentalmente debido a que Eastwood edifica su historia sobre unos consistentes pilares que son su elenco principal de actores los cuales dan vida al guión de Helgeland de una forma impecable. Cabe destacar sobre todo el trabajo de Sean Penn, quien interpreta a un ambiguo personaje en busca de justicia, pero no quedan atrás las interpretaciones de Robbins o Marcia Gay Harden. Los dos primeros ganaron el Oscar a mejor actor principal y mejor actor secundario respectivamente y la película obtuvo unas bien merecidas seis nominaciones.
No podemos decir que sea brillante en el apartado técnico: es una película correcta, quizás demasiado convencional técnicamente, pues salvo por la secuencia inicial, con los niños escribiendo su nombre en el cemento, o la escena de la búsqueda del cuerpo, o el montaje de la resolución final, la película se desarrolla a través de unos encuadres que no trascienden más allá ni pretenden crear un hito en el ámbito de lo estético. Sin embargo nunca podría decirse que fueran incorrectos: no buscan el artificio para intentar indagar en el arte de la composición, solo cumplen su función. Correctos son, pero ser correcto cuando se puede ser soberbio es, a juicio de quien escribe, incorrecto.
Cabe destacar que la banda sonora de la película es también obra de Eastwood, y esta es más que adecuada para el ambiente de la historia. El acabado final de la fotografía también contribuye a crear la atmosfera de desasosiego e incertidumbre, con unos tonos azulados en gran parte del metraje.

En definitiva, Mystic River es una gran película, una obra maestra si perdonamos pequeños errores que deben ser olvidados ante la brillantez del resto del conjunto, pero si algo la hace soberbia son sus actores, quienes consiguen incluso eclipsar al mismo director. Es una película clara, sin artificios, que no deposita su fuerza en sobrecargados efectos especiales, sino que apuesta por una buena historia y unos inmejorables actores.






Todas las críticas de esta sección fueron escritas para la revista cultural de la Universidad de Alicante y se publicaron originalmente en  www.veu.ua.es

Fragmento de mi ensayo "BREVE HISTORIA DE DOCTOR WHO A TRAVÉS DE LA REGENERACIÓN"

Los Señores del Tiempo, una gloriosa estirpe de seres antropomorfos -curiosamente idénticos al género humano- con la habilidad de presenciar el transcurrir del tiempo mismo y capaces de viajar por las distintas épocas de la historia del universo así como por el espacio. Obviamente se hace necesaria una generosa longevidad para poder acometer con éxito su vital propósito, pero las reglas son las reglas dentro y fuera de la ficción y la muerte es participante –deseado o no- en toda historia creíble que se pretenda transmitir.
Allá por el frío 1966 un debilitado William Hartnell anunciaba su inminente retirada del programa que había ayudado a crear, debido a problemas de salud e incompatibilidades con el nuevo equipo de producción del que ya ni siquiera formaba parte la productora original, Verity Lambert. La noticia debió caer como un jarro de agua fría a los directivos de la BBC y a los responsables del programa, dado que la serie era relativamente joven y había costado un tanto el conseguir consolidarla hasta el punto en el que ahora se encontraba y, de pronto, la cara visible y principal protagonista de la misma dijo que se iba.
Llegados a este punto, el equipo de producción tuvo que haber considerado la posibilidad de la salida de los distintos actores desde el principio y, mientras los secundarios podían ser sustituidos de una manera relativamente sencilla por nuevas incorporaciones, el hecho de verse obligados a prescindir del personaje principal era una clara sentencia de muerte para el show. Pero eso habría sido en cualquier otro show en el que el protagonista fuese humano y El Doctor no lo era. Después de mucho pensar, el equipo de producción dio con una idea -en An Adventure in Space and Time[1] de Mark Gatiss y Terry McDonough se sugiere que fue el propio Sydney Newman el que la propuso - que podría asegurar la continuidad de la serie y justificar el cambio de actor que llevaría a cabo el rol principal: la regeneración.




[1] An Adventure in Space and Time es una película escrita por Mark Gatiss y dirigida por Terry McDonough en la que se narran los primeros años de la serie Doctor Who en forma de ficción. Mark Gatiss ha escrito y protagonizado varios capítulos de Doctor Who y Sherlock, mientras que Terry McDonough ha cosechado una larga carrera tras las cámaras, destacando entre sus últimos trabajos la dirección de tres capítulos de la serie Breaking Bad.



SONNET


El siguiente poema es un soneto basado en el soneto prototípico shakesperiano, compuesto por tres cuartetos y una copla a modo de conclusión. La rima es abab cdcd efef gg y está escríto en pentámetro yámbico, como también era característico en el autor. 

Some days one falls in deepest, endless holes,
One’s heart contracts and seems to fade away
The single shine of every star just goes:
The darkest night the brightest day betrays.

When joy becomes a memory of the past
And every wasted song just sounds no more,
When all that once was hope is only dust
And each desired dream will be ignored.

But then a sudden, blinding light appears:
Thy mere presence throw away the pain
Thou fight away my ghosts and clean my tears
And sunshine comes behind the ending rain.

So tell me how could I not loving thee?
Since when you’re not with me there is no “me”.




viernes, 25 de abril de 2014

MEDIA HORA

La habitación estaba hasta arriba de libros, casi tapizada por ellos, además de por otros objetos que bucólicamente evocaban a otras épocas y lugares. Apenas sí se veía, pues la tenue luz amarillenta de un escaso candil servía de única iluminación mientras tintineaba aferrándose inútilmente a sus últimos minutos de vida. Un hombre de avanzada edad estudiaba con una desfasada lupa unos legajos de papel que, por su aspecto, más se asemejaban a viejos papiros del antiguo Egipto. En ese momento entró una niña, que parecía no terminar de encajar con el resto del conjunto de la habitación. Era demasiado mayor para llamarla niña pero aún demasiado joven para llamarla mujer. -Abuelo, es algo tarde…deberíamos irnos a dormir…-Dijo la niña con cariño al hombre que había sentado al escritorio. -Dame media hora, cariño, ¡he encontrado algo muy interesante! -¿Sí? ¿Puedo verlo?-Inquirió la niña con curiosidad. El hombre mayor reprimió una sonrisa y dijo a su nieta: -¿No te ibas a dormir?-A lo que la niña respondió con complicidad: -Solo será media hora… Ambos sonrieron traviesamente. El anciano hizo un sutil gesto con la mano y la niña se acercó rápidamente. -Mira…-Dijo él.-Revisando estos viejos papeles he encontrado algo curioso. El anciano enseñó a su nieta una amarillenta página arrancada de un libro. -¿Qué tiene ese papel de especial?-Preguntó la niña algo decepcionada con el asunto. -Oh, verás, se trata de una página de “El Castillo de Otranto” de Horace Walpole, pero eso no es lo curioso, fíjate: alguien ha aprovechado el espacio que queda al final del capítulo para anotar algo. -¿Y qué han anotado?-Preguntó la niña con curiosidad. -Pues el título de un vinilo y un precio…-En ese momento los vidriosos ojos grises del anciano parecieron llenarse del fulgor y la ingenuidad de la juventud.-Mira el precio. La niña hizo lo que su abuelo le dijo y, al verlo bien, abrió desorbitadamente los ojos y se volvió hacia él. -¡Vaya! ¡Quienquiera que tenga ese vinilo se va a hacer rico! -Yo lo tengo.-Dijo el anciano complacido.- ¿Y sabes qué? Hoy debe de valer mucho más ese vinilo, pues esta edición del libro tiene muchos años ya… -Entonces, ¿Piensas venderlo?- Preguntó la niña eufórica. -¡Es un montón de dinero! -No.-Dijo el anciano con una sonrisa de satisfacción.-Rara vez un coleccionista como yo puede llegar a tener en su colección una pieza tan curiosa. Lo que sí voy a hacer de inmediato es buscar el vinilo y lo vamos a escuchar tú y yo a ver qué tiene de particular. Después de un rato inspeccionando una de las estanterías, el anciano sacó un vinilo con una oscura imagen de una rosa tallada en ébano en la portada. -Este es…-Dijo el anciano otorgándole a su voz un solemne pero fingido halo de misterio. La niña observó sobrecogida cómo su abuelo colocaba cuidadosamente el disco sobre la pletina y, después de haber seleccionado la velocidad adecuada y haber dado unas vueltas a la manivela, depositó con milimétrico acierto la aguja sobre los surcos del gastado disco que ya empezaba a girar. Al principio hubo un breve silencio, adornado por los nostálgicos sonidos y crujidos que la aguja producía al acariciar la superficie del vinilo. Poco después comenzaron a sonar las notas de una delicada pero inquietante melodía que parecían producidas por algún tipo de sitar. Ambos se miraron complacidos, aunque ciertamente ocultaban algo de inquietud derivada de la desasosegadora melodía. De pronto comenzó a oírse algo más, los dos se dieron cuenta enseguida y el anciano frunció el ceño incrédulo de lo que oía. -¿Eso es…la voz de un hombre…gritando?-Preguntó asustada la niña. -¡Bueno…!-Dijo el anciano tratando de restarle importancia a la situación, mientras quitaba el disco.-¡Creo que esa media hora ha pasado ya. Sube a dormir cariño! La niña protestó primero pero al ver que de poco le servía, dio media vuelta y subió temerosa a su habitación. El extraño sonido que había oído permanecía aún en su mente, y tardó unos minutos en dormirse. Habría pasado poco más de media hora cuando la niña oyó de nuevo la melodía y el espectral lamento de aquel hombre. Se incorporó de un salto y escuchó el sonido, que venía del despacho de su abuelo. Sin pensárselo dos veces saltó de la cama para ir a ver qué sucedía. El sonido del lamento de aquel incorpóreo hombre se escuchó esta vez dentro de la habitación de la niña. Ésta, se detuvo petrificada. El gélido aire de la noche abrió de par en par las ventanas y meció violentamente las cortinas mientras el pálido azul de la luna confería un fantasmal aspecto a la habitación. Cuando la niña se dispuso a seguir, se topó de frente con una intangible sombra tan oscura como la oscuridad misma. La niña retrocedió aterrorizada y la sombra abrió, amenazante, lo que parecían ser unas fauces y profirió más alto que nunca aquel estremecedor gemido. Un escalofrío recorrió de arriba abajo la columna vertebral de la niña y, cuando la sombra ya estaba encima, incrementándose cada vez más su lamento y acercando una de sus garras hasta tocar la frente de ésta, entró por la puerta el anciano y agarró con las dos manos al etéreo y neblinoso ser, que parecía deshacerse parcialmente al tacto. El anciano, con renovado vigor, sujetó fuertemente a ese espectro o demonio y cuando parecía que este iba a escapar, agarró con sus dos manos la cabeza del espantoso ser y apretó con todas sus fuerzas. De pronto la cabeza se desvaneció como un líquido más espeso disolviéndose en agua y la música y el lamento cesaron. La niña, amedrentada, todavía contra la pared hacia la cual la había hecho retroceder esa aterradora criatura, miró a su abuelo y le preguntó con un hilo de voz: -¿Qué era eso…? El anciano le guiñó un ojo y se marchó por la puerta. La niña, extrañada, bajó aprisa las escaleras y cuando llegó al despacho de su abuelo, lo encontró con la cabeza hacia atrás sobre el respaldo de la silla donde estaba sentado. Toda la habitación estaba bañada ahora de un espectral azul que provenía de la luz de la luna que conseguía filtrarse por la pequeña ventana junto a la estantería. Ya no estaba bañada la estancia por ese mortecino ocre de la llama de la vela, pues esta se había apagado hacía al menos media hora…


Ilustración original "Half an Hour" de Alex Slevin

miércoles, 23 de abril de 2014

CEBO

En una desierta calle de una industriosa ciudad caminaba sin rumbo concreto un abatido transeúnte. Vestía de forma descuidada y arrastraba los pies con desánimo, como si cada paso no le condujera a ninguna parte porque no sabía adónde ir. La decadente situación económica y cultural a nivel mundial parecía estar convirtiendo a la población en una especie de zombies humanos: todo el mundo se veía desilusionado, abatido, derrotado. El transeúnte caminaba bajo un sol feroz, impropio de finales de Octubre, pero a pesar de la extrema temperatura, él deambulaba absorto en sus cavilaciones. Pensaba que no tenía trabajo, ni estudios, ni planes de futuro, y el poco dinero que tenía lo malgastaba en tontos caprichos con los que creía ahuyentaría la tristeza. Pero tal cosa no le aportaba más que una felicidad pasajera, igual de efectiva que un anestésico para una herida grave, y con unos efectos que perduraban sustancialmente menos en el tiempo. Pensando como iba en todas sus inquietudes, dirigió su mirada despistadamente al suelo y, como si el cielo hubiera estado oyendo sus plegarias, se topó con un billete cuya cifra tenía un par de ceros. Sin pensárselo dos veces, se abalanzó sobre él como el más fiero de los felinos lo haría sobre su presa. Lo sostuvo frente a sus ojos y por un momento olvidó toda la negatividad que instantes atrás se adueñaba de su mente. Pero enseguida reparó en un punzante dolor en la palma con que lo sujetaba y vio como a través de un minúsculo orificio en el papel del billete surgía un fino hilo de nylon que continuaba hasta el suelo y desaparecía por su derecha. En su mano izquierda tenía un anzuelo, que por su tamaño más bien parecía un garfio, clavado profundamente. De pronto, el hilo se tensó con violencia y el anzuelo que llevaba clavado en su palma trazó una larga herida desde ésta hasta el final del antebrazo. El transeúnte lanzó un alarido por el intenso dolor. Un segundo tirón llegó desde procedencia desconocida y la herida se expandió hasta el hombro del brazo izquierdo. Antes de que el desafortunado transeúnte pudiera proferir quejido alguno, un tercer tirón provocó que el anzuelo se clavase bajo su mandíbula con tanta fuerza que perforó mortalmente su aorta. Mientras era arrastrado, convulsionándose y envuelto en un sanguinolento manto de sangre que no cesaba de manar escandalosamente de sus graves heridas, pensaba con su último aliento lo imprudente que había sido: al hallarse sumido en sus pensamientos pesimistas olvidó lo de aquellos seres antropófagos que aterrorizaban a la población desde que aparecieron de la nada unos días atrás. Debió haber andado con más precaución, pero ahora ya era tarde.