"Esta noche tomaremos una copiosa cena, beberemos los más caros brebajes y gastaremos todo el dinero que tenemos para así procurarnos todo el lujo y divertimento que merecemos. Total, mañana seremos pobres..."

lunes, 23 de marzo de 2015

UN ENTRAÑABLE EMPLEADO

Esta tarde hemos ido al reformado y prácticamente recién estrenado Club Social de al lado de la Biblioteca General de la UA -no me preguntéis el número porque, sinceramente, ni sé cuál es, ni me quita el sueño no saberlo...- con la finalidad de pasar unas cuantas horas estudiando y trabajando para preparar el examen de Literatura Inglesa Medieval que tenemos el próximo miércoles. Al ir a sentarnos hemos observado que absolutamente todas las mesas del espléndido, nuevo y majestuoso Club Social estaban cubiertas de una suerte de material al que, para no herir sensibilidades y conservar el tono PG13 de este post me referiré como asquerosa putísima mierda que llevaba ahí un buen número de no menos putas horas. 

La elección del sitio donde llevar a cabo las antes referidas horas de estudio se veía, pues, comprometida por tan desagradable espectáculo. Así que hemos interceptado la mesa que menos cantidad de mierda tenía y, justo cuando me disponía a tratar de obliterar una buena parte de la abundante materia fecal que se encontraba sobre la mesa con un kleenex que reservaba para albergar futuras consecuencias de estornudo, uno de mis compañeros ha apuntado que era tarea de los empleados del local mantener las mesas limpias, lo cual no me ha parecido ningún disparate. Así que he esperado mientras mi otro compañero llamaba, con su mano, muy educadamente, la atención de uno de los empleados. 

Pero ha querido el destino que justo en ese momento apareciese en el horizonte un manatí a dos patas empujando un carrito, un orondo pedazo de carne con bigote mal repartido y semblante trístemente avenido, un dugongo -con perdón de los manatíes y los dugongos que puedan, con más juicio que lo haría el referido batracio (con perdón de los batracios), leer esto- que apenas sí podía sostener su catastrófica figura sobre su tronchada espina dorsal. El estrafermo en cuestión, con una chulería no vista desde las películas de Terence HiIl y Bud Spencer, ha levantado su grotesco dedo índice, como hiciera el entrañable T-1000 a Sarah Connor en la no menos tierna Terminator 2: El día del Juicio Final, y ha negado el servicio por el que le pagan un sueldo -ya que por sus buenos modales creo que no le corresponde percibir ganancia- pasando a nuestra altura con aires de superioridad y mirándonos con desprecio, como aquel que aguanta la respiración al pasar a la altura de un montón de estiércol. 

Dadas las circunstancias he hecho lo que tenía previsto en un principio y he limpiado yo la mesa con mi kleenex, dejando desamparados y sin consuelo a la famila de mocos que tenía previsto mudarse allí en breve, y que tendrán que conformarse con acabar en un trozo de papel higiénico, eso sí, con dibujitos. A pesar de mis esfuerzos, allí han quedado todavía restos de un velociraptor y dos trilobites que estuvieron esperando a que les limpiaran la mesa hace un tiempecillo. Así que, con la mierda a medio limpiar, hemos tenido que pasar nuestra tarde de estudio en el Cul Sucial...perdón, Club Social anteriormente citado, el cual, a pesar de su apabullante remodelación, sigue albergando los mismos gilipollas maleducados de siempre. 

Quiero pensar que no todos sus empleados son así, de hecho había alguno que parecía estar trabajando, pero el referido aborto de morsa que tan amablemente nos ha [des]atendido, no es precisamente un gran referente para hacer deducciones acerca de lo competente del personal del lugar. Supongo que para comportarse de tal manera debe excusarse en que su vida es una mierda, y él medio idiota, pero, sinceramente, con su comportamiento lo único que fomenta es que su vida siga siendo el estercolero que él se labra día a día.