"Esta noche tomaremos una copiosa cena, beberemos los más caros brebajes y gastaremos todo el dinero que tenemos para así procurarnos todo el lujo y divertimento que merecemos. Total, mañana seremos pobres..."

viernes, 24 de abril de 2015

BARBAS

Hace un momento una persona que se encontraba detrás de mí en la cola de un restaurante de comida rápida ha comenzado a despotricar hacia los que llevamos barba. Alegaba que era antihigiénico, y que éramos unos cerdos con la barba "llena de bichos que saltan". Para reforzar su argumento ha recalcado que "Mi libertad empieza donde acaba o... Acaba donde...bueno... Tú ya me entiendes." Yo no la he entendido, por cierto. Luego he visto que era lo que en mi pueblo gustan de llamar un "estrafermo" o "astrafermo" según a la abuela que se lo escuches. Esto, en principio, no me supone ningún problema ya que yo mismo me encuentro más cercano a Alfredo Landa que a Leonardo DiCaprio. Pero que una persona que es en sí desagradable a la vista -luego he corroborado que también al oído- se permita el lujo de poner a parir a voz en grito a todos los "barbudos" que allí habíamos solo porque no le gustan las barbas, me parece, cuanto menos, digno de estudio. Y más cuando quizás el resto somos los que tendríamos algo que decir de abortos de mono como ella (y ya no por el aspecto, eso es lo de menos, sino por la (a)personalidad y los valores de mierda que tiene) y callamos con tal de tener la fiesta en paz.



BORREGOS EN LA SALA

Bueno y ahora, en honor a mis compañeros de suplicio, narraré lo que nos aconteció el otro día entre las 19:15 y las 22:00 hs.
Sucede que decidimos ir a ver en pantalla grande esa inmensa maravilla que Kubrick tuvo a bien titular 2001: A Space Odissey. Tras la anterior experiencia con Blade Runner, el buen sabor de boca que nos dejó -debido a que, pese a estar la sala atestada, no hubo ni la más mínima molestia ni se oyó una mosca, por lo cual pudimos disfrutar como tontos de la peli (y eso que me entraron ganas de cagar a mitad)- nos llenó de ganas de repetir.
La cosa marchaba bien: esta vez la asistencia era bastante más discreta, lo cual suele ser de agradecer, y parecían todos gente respetable. Pero, cuando apagaron las luces, una horda de manatíes con dengue entró aullando por la puerta como cerdos mal matados. Quise pensar que, cuando empezase la peli, se callarían, pero no fue así. Los colegas entraban hablando por teléfono a voz en grito, tratando de hacerle un mapa al más retrasado de todos ellos para que pudiera despasar el pestillo del wc, salir de la taza, subirse los pantalones, y llegar a la sala. Este asunto se prolongó durante los primeros minutos de pantalla en negro con el sonido ambiente de la peli (lo cual, aclaro para los ignorantes a este respecto, es parte de la misma). El eminente idiota llegó al fin portando una cara entre Macario mal afeitao' y el Povedilla de Los hombres de Paco, tropezó con un escalón y, no sé si al ver esto o simplemente porque le picaba el culo, una de las morsas decidió bajar graznando para sentarse con Macario en las primeras filas. Todos respiramos aliviados al irse el que creíamos el promotor de todo el alboroto; pero en realidad, el resto del deleznable grupito poco tenía que envidiar a la familia de La Matanza de Texas de Tobe Hooper.
Para resumir, los muy hijos de la grandísima puta se pasaron toda la santa película (160 mins.) dando por el culo de todas las formas que se contemplan en la enciclopedia Larousse y algún que otro diccionario de términos náuticos. Fruto de su (ausencia de) ingenio pudimos oír comentarios del director a voz en grito, experimentar el relajante placer que suponen las patadas a la butaca, escuchar descojones en escenas míticas, amén de ronquidos en reiteradas ocasiones en que el cerebro de la morsa mayor desconectaba por completo... Pero la guinda se la llevo el único niño del grupo, una foca también, por cierto.
*En este punto aclaro que no tengo nada contra focas, dugongos y/o manatíes y pido disculpas al colectivo de Leones Marinos, Focas Monje, Focas Leopardo, Ballenas Blancas, Narvales y Marsopas por cualquier tipo de molestia que les haya podido ocasionar al ser comparados con semejantes pedazos de mierda.*
El caso es que el jodido niñato dio por el culo más allá de los límites de todo lo que es razonable: no se calló, hizo ruiditos con la boca solo porque se aburría, río a carcajadas como un retrasado de baba...
Entre las más destacables de todas las lindezas con las que tuvieron a bien amenizarnos la velada, está tirarse tres cuartos de hora para pelar un caramelo, atragantarse escandalosamente como la cosa más subnormal que se haya visto y salirse en el intermedio de la peli -creyendo que era cosa del cine- ante la total ignorancia de la obra de Kubrick para volver un cuarto de hora más tarde habiéndose perdido un buen cacho del film...
Y para coronar, el sujeto que oprimió con su desproporcionado culo el indefenso asiento que estaba justo a mis espaldas durante 160 minutos comentó "¡28 años hacía que no la veía!"
¡¿Y no podías haber esperado un día más, cabrón?!


lunes, 23 de marzo de 2015

UN ENTRAÑABLE EMPLEADO

Esta tarde hemos ido al reformado y prácticamente recién estrenado Club Social de al lado de la Biblioteca General de la UA -no me preguntéis el número porque, sinceramente, ni sé cuál es, ni me quita el sueño no saberlo...- con la finalidad de pasar unas cuantas horas estudiando y trabajando para preparar el examen de Literatura Inglesa Medieval que tenemos el próximo miércoles. Al ir a sentarnos hemos observado que absolutamente todas las mesas del espléndido, nuevo y majestuoso Club Social estaban cubiertas de una suerte de material al que, para no herir sensibilidades y conservar el tono PG13 de este post me referiré como asquerosa putísima mierda que llevaba ahí un buen número de no menos putas horas. 

La elección del sitio donde llevar a cabo las antes referidas horas de estudio se veía, pues, comprometida por tan desagradable espectáculo. Así que hemos interceptado la mesa que menos cantidad de mierda tenía y, justo cuando me disponía a tratar de obliterar una buena parte de la abundante materia fecal que se encontraba sobre la mesa con un kleenex que reservaba para albergar futuras consecuencias de estornudo, uno de mis compañeros ha apuntado que era tarea de los empleados del local mantener las mesas limpias, lo cual no me ha parecido ningún disparate. Así que he esperado mientras mi otro compañero llamaba, con su mano, muy educadamente, la atención de uno de los empleados. 

Pero ha querido el destino que justo en ese momento apareciese en el horizonte un manatí a dos patas empujando un carrito, un orondo pedazo de carne con bigote mal repartido y semblante trístemente avenido, un dugongo -con perdón de los manatíes y los dugongos que puedan, con más juicio que lo haría el referido batracio (con perdón de los batracios), leer esto- que apenas sí podía sostener su catastrófica figura sobre su tronchada espina dorsal. El estrafermo en cuestión, con una chulería no vista desde las películas de Terence HiIl y Bud Spencer, ha levantado su grotesco dedo índice, como hiciera el entrañable T-1000 a Sarah Connor en la no menos tierna Terminator 2: El día del Juicio Final, y ha negado el servicio por el que le pagan un sueldo -ya que por sus buenos modales creo que no le corresponde percibir ganancia- pasando a nuestra altura con aires de superioridad y mirándonos con desprecio, como aquel que aguanta la respiración al pasar a la altura de un montón de estiércol. 

Dadas las circunstancias he hecho lo que tenía previsto en un principio y he limpiado yo la mesa con mi kleenex, dejando desamparados y sin consuelo a la famila de mocos que tenía previsto mudarse allí en breve, y que tendrán que conformarse con acabar en un trozo de papel higiénico, eso sí, con dibujitos. A pesar de mis esfuerzos, allí han quedado todavía restos de un velociraptor y dos trilobites que estuvieron esperando a que les limpiaran la mesa hace un tiempecillo. Así que, con la mierda a medio limpiar, hemos tenido que pasar nuestra tarde de estudio en el Cul Sucial...perdón, Club Social anteriormente citado, el cual, a pesar de su apabullante remodelación, sigue albergando los mismos gilipollas maleducados de siempre. 

Quiero pensar que no todos sus empleados son así, de hecho había alguno que parecía estar trabajando, pero el referido aborto de morsa que tan amablemente nos ha [des]atendido, no es precisamente un gran referente para hacer deducciones acerca de lo competente del personal del lugar. Supongo que para comportarse de tal manera debe excusarse en que su vida es una mierda, y él medio idiota, pero, sinceramente, con su comportamiento lo único que fomenta es que su vida siga siendo el estercolero que él se labra día a día.