"Esta noche tomaremos una copiosa cena, beberemos los más caros brebajes y gastaremos todo el dinero que tenemos para así procurarnos todo el lujo y divertimento que merecemos. Total, mañana seremos pobres..."

miércoles, 30 de julio de 2014

ESCAMAS Y PIEDRA (Parte 3)

DOCTOR WHO
ESCAMAS Y PIEDRA (Parte 3)
Por Jose M. Payá
-Creo que está todo. –Dijo el Doctor a Martha. –Hemos grabado los videos para los huevos de pascua del dvd, hemos escrito en la pared de la mansión… No deberíamos tardar mucho en poder volver… 
-“Agáchate, Sally Sparrow”, podrías haberlo adornado un poco, cualquiera diría que conoces a Shakespeare en persona…

-Tengo que ceñirme al “guión” que Sally me dio, debo seguir sus instrucciones lo más exactamente que pueda. Nuestras vidas dependen de ello.

-Doctor, no hemos comprobado el resto de la casa.

-Ya, ¿y?

-Que esta es la casa de los ángeles, donde nos cogieron…

-Sí, ¿y?

-Corre, Doctor. –El Doctor miró a Martha, quien estaba completamente girada y mirando fijamente a un punto en la distancia. –Están aquí.

El Doctor cogió a Martha por la muñeca y ambos corrieron escaleras abajo hasta llegar al sótano.

-¡Es aquí, aquí aparecerá la Tardis! –Dijo el Doctor con júbilo.

Cuando los ángeles rodeaban a Martha y al Doctor, un conocido sonido comenzó a resonar en el ambiente: la Tardis se materializó justo en el centro de las estatuas, guareciendo al Señor del Tiempo y su acompañante en su interior. Por un momento ambos vislumbraron a dos pasajeros cuyos rasgos les eran familiares, ella era rubia y él tenía un aspecto desaliñado y descuidado cabello largo. Ambos parecían desesperados. Sally Sparrow y Larry Nightingale se desvanecieron en el aire sin advertir la presencia del Doctor y Martha.

-¿Y eso? –Preguntó Martha sorprendida.

-Hemos coincidido por un breve instante, ellos han quedado atrás.- El Doctor esbozó media sonrisa.- Cosas del tiempo, se bambolea, trastabillea…

Sin mediar más palabra y, mientras dirigía a Martha una mirada de complicidad, el Doctor se puso a los mandos de la Tardis. Apretó varios botones de la consola y su semblante cambió.

-Vaya, creo que vamos a tener que parar a repostar.

-¿Repostar?-No me lo digas, vamos a ponerle gasolina temporal a la Tardis. –Dijo Martha socarronamente. -Y ¿dónde exactamente va a repostar una máquina del tiempo?

-Adivina.

-¿La luna, quizás? ¿Hay una gasolinera espacio-temporal en la luna? –Dijo burlándose.

-¡Oh, vamos Martha, no digas tonterías! ¡Estuviste allí! Solo había rinocerontes espaciales…y un vampiro…y un hospital…

-Claro, mucho más normal…entonces ¿dónde?

-Pronto lo sabrás. –Dijo el Doctor con una amplia sonrisa y accionó la palanca de la Tardis. Mientras ambos pasajeros bromeaban, unas siglas aparecieron en un monitor secundario del panel de mando de la nave, rezaban: Y.A.N.A.
-FIN-


El presente relato breve se adscribe entre los capítulos “Parpadeo” y “Utopía” de la tercera temporada de la serie moderna de Doctor Who. No obstante, también hay alusiones a otros capítulos como “El tiempo de los ángeles”, “Carne y piedra”, “Los hombres de nieve” y “Un hombre bueno va a la guerra” entre otros.





DOCTOR WHO
SCALES AND STONE (Part 3)
By Jose M. Paya

‘I think that’s all. -Said the Doctor to Martha.’ We have recorded the videos to dvd easter eggs, we have written on the wall of the mansion ... should not take long to get back...

‘"Duck, Sally Sparrow", you could have ornamented it a little, it is difficult to believe that you met Shakespeare in person…’

‘I have to stick to the "script" that Sally gave me, I follow her instructions as closely as possible. Our lives depend on it.’

‘Doctor, we have not checked the rest of the house.’
‘Yeah, so?’

‘That… this is the home of the Angels, where we got caught...’
‘Yeah, so?’

‘Run, Doctor. -The Doctor looked at Martha, who was completely turned and staring at a point in the distance.’ They're here.

The Doctor grabbed Martha by her wrist and both ran down the stairs until they reached the basement.

‘It's here, the Tardis will appear here!’ Said the Doctor with joy.
When the angels were surrounding Martha and the Doctor, a familiar sound began to resonate in the environment: the Tardis materialized right in the center of the statues, giving shelter to the Time Lord and his companion inside of the police box. For a moment both envisioned two passengers whose features were familiar, she was blond and he had a disheveled and unkempt long hair. Both seemed desperate. Sally Sparrow and Larry Nightingale vanished into thin air without noticing the presence of the Doctor and Martha.

‘How so?’ He asked Martha surprised.

‘We have coincided for a brief moment, the Tardis have left them behind. - The Doctor smiled half a smile.’ Wibbly wobbly timey wimey…stuff…

Without another word, and while he looked at Martha with complicity, the Doctor stood at the controls of the Tardis. Pressed several buttons on the console and his countenance changed.

‘Well, I think we're gonna have to stop to refuel.’

‘Refuel? Don’t tell me, we are going to fill the Tardis with temporary gasoline, aren’t we?’ Martha said slyly. And where exactly will refuel a time machine?

‘Guess where.’

‘The moon, perhaps? Is there a time-space station on the moon?’ Said Martha mocking.  

‘Oh, come on Martha, do not talk nonsense! You’ve been there! There was only space rhinos ... and a vampire ... and a hospital...’

‘Sure, much more normal ... then where?’

‘Soon you'll know.’ Said the Doctor with a big smile and toggled the Tardis. While both passengers joked, an acronym appeared on a secondary monitor in the  control panel of the ship, read: YANA

-The End-


This short story is attached between the chapters "Blink" and "Utopia" from the third season of the modern series of Doctor Who. However, there are also references to other chapters as “Time of the Angels", "Flesh and Stone", "The Snowmen " and "A Good Man Goes to War" among others.

jueves, 17 de julio de 2014

ESCAMAS Y PIEDRA (Parte 2)

-DOCTOR WHO-
ESCAMAS Y PIEDRA (Parte 2)
Por Jose Manuel Payá

-¡Martha, corre!- Gritó el Doctor. La llave de la Tardis cayó de su bolsillo debido a la carrera y quedó oculta entre muebles viejos en uno de los pasillos principales. Tres figuras corrían agónicamente por las sinuosas estancias y pasillos de aquella vieja mansión mientras eran acechadas por infalibles adversarios. Al volver la vista atrás, solamente unas estatuas se presentaban como improbables persecutores pero, tan pronto como se cortaba el contacto visual, aquellos seres abandonaban su hierática condición para dar paso a una voraz carrera en pos de las tres ansiadas víctimas.

            -¡Doctor ¿Cómo pueden hacer eso?! –Preguntó Martha mientras corrían escaleras abajo.

            -¡Cuando las miramos sufren un cierre cuántico, es como si se volviesen de piedra, pero si dejamos de mirarlas se moverán para cazarnos!

            -¡Pero, ahora no las estamos mirando!

            -¡Un parpadeo, Martha, un solo parpadeo y estamos perdidos! ¡Me he enfrentado a muchos enemigos y, fuera cual fuese su habilidad, o su punto fuerte, o su truco, siempre ha habido una estrategia que nunca me ha fallado: correr!

            El Doctor había ido junto con Vastra y Martha a la mansión de Wester Drumlins siguiendo las pistas de la carpeta de Sally Sparrow y ahora un enjambre de ángeles les perseguía, tratando de darles caza.

            -¡No podemos seguir así siempre! –Dijo Vastra y, acto seguido paró de correr al tiempo que se daba la vuelta y desenfundaba su sable. Enfrentó a los ángeles y estos volvieron a su estado estático. –¡Corred, Doctor!

            -¡Vastra, no! –Gritó el Doctor.

        -Me encontraste llena de ira y ansias de venganza, pero me hiciste cambiar de parecer solo con palabras, te debo esto, Doctor.

            -¡No me debes nada! –Profirió desesperadamente el Doctor. -¿No hagas tonterías, ven aquí!

            -Marchaos… mi sitio no está aquí. Con suerte me enviarán a una época interesante del pasado…siempre me ha fascinado la era Victoriana…-Dijo Vastra girándose hacia el Doctor y Martha. En ese momento, un ángel, cuyo brazo quedaba oculto por la figura de la guerrera verde, extendió su dedo índice y tocó a la dama Silurian en el cuello. La mujer lagarto se evaporó instantáneamente dejando como última imagen una triste sonrisa que se perdió en el aire.

            El Doctor y Martha comenzaron a correr sin mirar atrás pero cuando llegaron a la Tardis, la cual habían dejado aparcada delante de la mansión, los ángeles los acorralaron.


            -“Los ángeles tienen la cabina telefónica…” ¡Ahora todo tiene sentido… Tenemos que encontrar a Billy Shipton! ¿Has visto alguna vez el aterrizaje del hombre en la luna, Martha? –La chica miró al Doctor desconcertada al tiempo que éste les sonreía ampliamente a los ángeles y cerraba los ojos. Nadie los miraba ahora. Ambos desaparecieron tras el toque de las estatuas.





-DOCTOR WHO-
SCALES AND STONE (Part 2)
By Jose Manuel Paya

‘Martha, run!’ Shouted the Doctor. The key to the Tardis fell from his pocket due to the race and was hidden among old furniture in one of the main corridors. Three figures ran desperately through the sinouous rooms and corridors of this old mansion while being stalked by infallible adversaries. When you look back, only statues were presented as improbable persecutors but as soon as eye contact is cut, those beings abandon their hieratic condition to make way for an avid race to chase the three coveted victims.

‘Doctor, how can they do that!’ Asked Martha as they ran down the stairs.

‘When we look at them, they are quantum-locked, it is like if they were made up of stone, but if we stop looking at them, they start moving to hunt us!’

‘But now we are not looking at them!’

‘One blink, Martha, one blink and we are lost! I have faced many enemies and, whatever their ability, or strength, or trick, there has always been a strategy that has never failed me: run!’

The Doctor had gone with Vastra and Martha to Wester Drumlins mansion following the clues from Sally Sparrow’s folder and now a swarm of angels were chasing them, trying to hunt them down.

‘We can’t go on forever!’ Said Vastra, and thereafter stopped running while she turned and drew her saber. She faced the angels and they returned again to their static state. ‘Run, Doctor!’

‘Vastra, no!’ Shouted the Doctor.

‘You found me full of anger and seeking for revenge, but you did change my mind just with words, I owe you this, Doctor.’

‘You owe me nothing!’ Uttered the Doctor desperately. ‘Do not do anything stupid, come here!’

‘Go away ... my place is not here. Hopefully they will send me to an interesting time in the past ... I have always had fascination for the Victorian era.’ Vastra said turning to the Doctor and Martha. At that time, an angel, whose arm was hidden by the body of the green warrior, extended his index finger and touched the Silurian lady neck. The lizard woman instantly evaporated leaving as a last image a sad smile that got lost in the air.

The Doctor and Martha started running without looking back but when they reached the Tardis, which it had been left parked in front of the mansion, angels cornered them.

The angels have the phone box ... Now it all makes sense ... We have to find Billy Shipton! Have you ever seen the man landing on the moon, Martha?’ The girl looked puzzled at the Doctor while he smiled widely to the angels and closed his eyes. Nobody looked now. Both disappeared after the touch of the statues.


jueves, 10 de julio de 2014

Crónicas de Gallifrey

Crónicas de Gallifrey es un nuevo espacio en este blog donde irán viendo la luz distintos microrrelatos basados en el universo de Doctor Who. Los relatos se dividirán en tres partes publicadas en tres semanas consecutivas con tal de poner en práctica el buen uso de los cliffhangers y no dejarle el monopolio al maestro Steven Moffat. La idea es que estos microrrelatos rellenen huecos entre los capítulos más queridos o se relacionen con alguna de las tramas de la serie. El primer relato se llama "Escamas y Piedra" y está enmarcado entre los capítulos "Blink" y "Utopia" así que para una experiencia completa os invito a que veáis primero "Blink", luego leáis las tres partes de este relato y finalmente veáis "Utopia". Espero que os guste.



-DOCTOR WHO-
ESCAMAS Y PIEDRA (Parte 1)
Por Jose M. Payá

-¿A qué ha venido eso de la migración y la eclosión? –Preguntó el Doctor a Martha con una mueca de fastidio mientras ambos corrían calle abajo.

-¡No sabía qué decir para captar tu atención! ¡Estabas ahí embelesado con la rubia esa y me estaba desesperando de pensar que ese lagarto hacía rato que había cogido el metro tres paradas atrás!–Respondió Martha visiblemente alterada. -¿Y tú por qué has dicho que pasaban cuatro cosas y un lagarto? ¿De dónde te has sacado esas cuatro cosas?

-¡Bueno, era solo por hacerme el interesante, tampoco hay por qué dar explicación a todo! –Dijo el Doctor al tiempo que su compañera disparaba con su arco sin que este pudiese evitarlo. La flecha se dirigió rápidamente hacia una mujer lagarto. Justo antes de impactar en su hombro, la mujer lagarto desenvainó un afilado sable e hizo trizas la flecha.

-¡Martha, te dije que los arcos y las flechas eran solo para intimidar! –Dijo el Doctor quitándole el arma de la mano a su compañera y llevándola tras un coche.

-¡Lo siento, Doctor! ¡Ese lagarto se iba a abalanzar sobre mí y me he asustado! –Replicó Martha Jones, visiblemente alterada.

-¡Perdone, señora Silurian! ¡Es que mi amiga tiene fobia a los lagartos porque una salamandra le mordió mientras se enviaba mensajes y comía bollos con un chico! –Gritó el Doctor mientras asomaba parcialmente la cabeza por encima del coche y guiñaba un ojo a Martha.

-¡¿Eso es una mujer?! ¡¿Comer bollos?! De verdad que eres un extraterrestre… Si me estuvieses ayudando en lugar de estar ojeando esa carpeta quizás nos iría mejor. –Le dijo Martha mirándolo con desesperación.

El Doctor estaba inmerso de nuevo en sus cávilas mientras inspeccionaba el contenido de la carpeta.
-¿Quién será esa tal Sally Sparrow? – Preguntó en voz alta el Doctor mientras ponía una mueca bastante teatral.

-Tienes ojos para todas menos para mí…-Musitó entristecida la chica.

-Perdona, Martha, no te estaba escuchando ¿Cómo dices? –Dijo el Doctor sin levantar la vista de la carpeta.

De pronto, la Silurian agarró a Martha por el cuello apareciendo inadvertidamente detrás de ella.

-¡Doctor!-Gritó Martha!

-¡Oye, para! –Dijo el Doctor sin dejar caer la carpeta de Sally Sparrow.- Según el Tratado de la Proclamación de las Sombras tu pueblo y los humanos estáis en paz. ¿Qué has venido a buscar?

-¡Yo no he venido!- Respondió desconfiada y agresivamente la Silurian.- Me encontraba dirigiendo una expedición subterránea por unas cuevas donde se había estrellado una nave en el planeta Alfava Metraxis, y había algo entre las sombras, algo que silenciosamente fue acabando con todas mis hermanas. De pronto me encontré sola en una cavernosa estancia llena de estatuas y algo me tocó por la espalda. Lo siguiente que recuerdo es aparecer en la estación del metro. Toda la gente me miraba y gritaban…Pensé que iban a atacarme, no sabía lo que estaba pasando así que me defendí y huí hasta aquí.

-Estatuas… Es lo mismo que dice Sally Sparrow… Creo que has sufrido un desplazamiento temporal…Soy el Doctor y ella es Martha, ¿podrías soltarla? Te prometo que solo queremos ayudar. –Dijo el Doctor en tono amable.


-Me llamo Vastra, no sé dónde estoy, por favor, ayudadme.



-DOCTOR WHO-
SCALES AND STONE (Part 1)
By Jose M. Payá

‘What was that for migration and hatching?’ The Doctor asked Martha with a grimace of annoyance as the two ran down the street.

‘I did not know what to say to get your attention! You were there spellbound with the blonde I was getting desperate and thinking on that lizard which had long since taken the subway three stops ago!’ Answered Martha visibly upset. ‘And why you said you four things and a lizard were happening? Where did you get those four things?

‘Well, I was trying to make it more interesting, there is no explanation for everything! -Said the Doctor as his companion shot with his bow so fast he couldn’t avoid it . The arrow went quickly into a lizard woman. The lizard woman drew a sharp sword and shattered the arrow into pieces preventing it smite her on the shoulder.

‘Martha, I told you that bows and arrows were only to intimidate!’ Said the Doctor taking the weapon from her and taking his partner behind a car.

‘I'm sorry, Doctor! That lizard was going to pounce on me and I got scared!’ Martha Jones replied, visibly upset.

‘Excuse me, ma'am Silurian! Forgive my friend, she has a phobia of a lizards because she was bitten by a salamander while texting and eating scones with a guy!’ Shouted the Doctor while sticked his head partially above the car and winked at Martha.

‘Is that a woman?! Eating scones?! You really are an alien ... If you were helping me instead of flipping that folder perhaps we would do better.’ Said she looking desperately at him.

The Doctor was again immersed in their meditations while inspecting the contents of the folder.

‘Who is that Sally Sparrow?’ Asked aloud the Doctor while putting a rather theatrical grimace.

‘Have eyes for all but for me ...’ Muttered the girl sadly.

‘Sorry, Martha, I was not paying attention to you, what have you said?’ Respond the Doctor without looking up from the folder.

Suddenly the Silurian grabbed Martha by the neck inadvertently appearing from behind her.

‘Doctor!’ Martha shouted.

‘Hey, stop!’ Said the Doctor without dropping Sally Sparrow’s folder-. According to the Treaty of the Shadow Proclamation, your people is in peace with humans. What have you come for?

‘I have not come’ Replied distrustingly and aggressively the Silurian. ‘I was running an underground expedition through caves where it had been a crashing of a spaceship on the planet Alfava Metraxis, and there was something in the shadows, something that quietly was ending all my sisters. Suddenly I found myself alone in a cavernous room full of statues and something touched my back. The next thing I remember is appearing at the subway station. Everyone looked at me and screamed ... I thought they were going to attack me, I didn’t know what was happening so I defended myself and runaway ‘till here.’

‘Statues ... is the same as Sally Sparrow said ... I think you've suffered a temporary displacement ... I'm the Doctor and she is Martha, could you release her? I promise we only want to help.’ Said the Doctor amiably.


‘My name’s Vastra, I don’t know where I am, please help me.’




miércoles, 2 de julio de 2014

SOLO LOS DIOSES PODRÁN REMEDIARLO

Tras haberlo meditado durante largo tiempo, ocupando sus pensamientos en cávilas insatisfactorias, Berenice decidió abrirse paso hacia el Olimpo.
Hacía ya demasiados años que se vivía una situación insostenible, primero comenzó a pequeña escala pero pronto llegaron noticias que relataban como el mismo mal que se cebaba con la antaño respetable polis de Berenice se extendía como una infesta plaga por todo el territorio conocido de la tierra. Pronto empezó a circular por el ágora el rumor de que los gobernantes habían vivido por encima de sus posibilidades, pero éstos achacaban precisamente eso mismo al resto de la población, sentenciando claramente que la culpa de todo era del ciudadano promedio que apenas sí tenía para lograr el más básico de los sustentos.
Las noticias no cesaban de llegar del exterior de Grecia y, lejos de ser buenas nuevas, asemejábanse más bien a los tristes lamentos emitidos por in indefenso animal que vive sus últimos momentos por culpa de un cazador que solo ansía de él exhibir su testa sobre su diván
La población comenzaba a inquietarse pues, lo que en principio solo parecía una de esas habladurías que se esparcen para el divertimento de un malvado que, bien por aburrimiento o bien por la persecución de fines más oscuros y difusos, decide iniciar el rumor dándole una sobria credibilidad al emitirlo por vez primera, empezaba poco a poco a adquirir sucios tintes de palpable realidad.
Llegó a tal punto que el conjunto de los habitantes de la polis acordó exigir una explicación a sus gobernantes quienes, hasta ese momento, no solo no se habían pronunciado al respecto sino que negaban categóricamente la existencia de una situación semejante y reían con nervioso gesto como haría una hiena en presencia de un grupo de leones. Ya dijo Platón por boca de un ficticio Sócrates que solo debería gobernar aquel que no tuviese ningún ansia de poder, el filósofo rey, y también vaticinó que incluso a ese noble gobernante habría que destituirlo del cargo a su debido tiempo antes que la corrupción se hiciera presa de su alma puesto que, al fin y al cabo, no dejaría de ser un humano por muy sabio y altruista que aparentase ser en un principio.
Un día, sin previo aviso, la clase política al completo se desvaneció sin dejar rastro. El pueblo acudía a ver a sus gobernantes y solo encontraba réplicas mal talladas, pobres infelices con burdos disfraces, señuelos iletrados que evidenciaban la treta. Según  parecía, los auténticos cargos se habían esfumado a un destino incógnito para no volver, al menos no hasta que la situación volviese a su cauce si es que tal cosa era todavía posible. Tras su precipitada huida podían verse regueros de monedas que habían ido cayendo debido al poco cuidado que algunos de los cargos pusieron a la hora de emprender su camino al exilio: sus bolsas debían rebosar tanto que cedieron las costuras de algunas de ellas y tan solo quedaron como testigo de tan ruin conducta unas tristes monedas lo suficientemente pequeñas como para poder resbalar por el desgarro del tejido.
Las nuevas que llegaron desde el exterior después de ese lamentable acontecimiento convertían a la tierra de los olímpicos en una caricatura de lo que había sido: la gloria de antaño quedó para la mitología y el arte y la cruda realidad se cernió como famélica alimaña aferrando su codiciada presa.
Fue ante tanta desgracia, hambre, muerte y tristeza que Berenice decidió pedir una explicación a los dioses y un buen día emprendió peligroso viaje hacia el monte Olimpo, morada de todos los soberanos del panteón.
El camino se presentó plagado de abruptas dificultades y oscuros peligros para Berenice quien, desoyendo los consejos de todo aquel a su alrededor se encaminó hacia un viaje sin retorno.
Una vez alcanzó las faldas del ciclópeo monte su cuerpo parecía ya no responder a su voluntad y acabó por desfallecer. Debió pasar varias horas tendida hacia el firmamento hasta que un buhonero la encontró. Cuando recobró el conocimiento, oyó de su rescatador el relato de cómo la situación se había recrudecido a lo largo y ancho de todo el territorio conocido. Esto provocó en Berenice tal impacto que sirvió de revigorizante, más mental que físico, y se decidió a reemprender su camino, desoyendo esta vez los consejos del buhonero, quien manifestó cierta preocupación por el estado de salud de la chica.
Dejando todo atrás, Berenice comenzó el ascenso hasta la morada de los dioses. El Olimpo probó ser peor adversario para la valiente chica que el resto del trayecto, el cual, ahora, le pareció un sendero tapizado en algodones en comparación. Cuando la montaña se volvió más escarpada, las manos entumecidas de Berenice apenas ya respondían a su dueña. A mitad de la ascensión, uno de los pies de la valerosa joven dejó de articularse debido a la congelación y provocó la caída desde unos pocos metros de la fatigada chica. No obstante, hizo acopio de energías, sacando de dónde apenas ya quedaba nada y consiguió, sin casi ser ya consciente de lo que hacía, debido a la falta de oxígeno derivada de la altura y del avanzado estado de congelación de sus extremidades, coronar la cima del descomunal monte. Ante ella apareció el palacio, la morada de los olímpicos. Durante la ascensión, mientras rememoraba todos los acontecimientos que propiciaron su decisión de emprender este viaje hacia lo desconocido, dudó en no pocas ocasiones acerca de si existiría verdaderamente este palacio celestial o si al llegar a la cima solamente encontraría un páramo vacío y la consecuente muerte. Pero ahora que lo tenía ante sus ojos no cabía duda, y en el marchito ánimo de Berenice surgió una nueva esperanza que la ayudó a adentrarse en el panteón a pesar de encontrarse en un estado tan precario en el que la muerte podía sobrevenirle en cualquier instante.
Con sus últimas fuerzas empujó las pesadas puertas del palacio del Olimpo y la tenue luz del exterior dejó entrever una gran sala manchada por la oscuridad. Al principio no vio nada pero pudo apreciar lo suficiente como para ver que aquella sala no conducía a ningún lugar, pero cuando la vista de Berenice se acostumbró a la oscuridad, adivinó las inmensas formas de doce gigantescos tronos y al agudizar la vista y reparar incrédula en toda la enorme sala, Berenice cayó de rodillas al suelo y, profiriendo un desgarrador alarido de desesperación, exhaló su último aliento.

La luz del alba se filtró mejor por el gran pórtico del panteón y poco a poco fue descubriendo la dantesca escena: uno a uno fueron quedando expuestos los doce cadáveres de los dioses olímpicos, congelados en su rictus final mucho, mucho tiempo atrás.