"Esta noche tomaremos una copiosa cena, beberemos los más caros brebajes y gastaremos todo el dinero que tenemos para así procurarnos todo el lujo y divertimento que merecemos. Total, mañana seremos pobres..."

martes, 27 de mayo de 2014

EL MUNDO ERA PERFECTO

El mundo era perfecto: el blanco era blanco y el negro era negro, el azul, azul y el rojo, rojo. La luz era cegadoramente blanca y la oscuridad inescrutablemente oscura. Todo era lógico: el bueno era bueno, el malo era malo.
Un día se dio cuenta de que el mundo había cambiado. Pensó que era raro porque lo encontraba muy distinto de cómo lo había percibido hasta el momento y, sin embargo, no había sido consciente de cuándo se había producido el cambio.
Ahora el blanco estaba sucio y el negro clareaba, el azul se tornaba púrpura y el rojo granate. La luz parecía brillar con menos intensidad y se podían ver los detestables secretos de la oscuridad, ahora expuestos parcialmente. La lógica quedaba relegada a un segundo plano: el bueno no era tan bueno y el malo no era tan malo.
Se preguntó cuánto tiempo llevaba esto sucediendo y cómo podía no haberse dado cuenta antes. ¿Dónde había estado? ¿Cómo podía haberle pasado inadvertido? Preguntó a la gente acerca de ello y como respuesta obtuvo miradas de repugnancia, indiferencia, lástima y mofa. Más estupefacto todavía por las respuestas obtenidas consideró ahora cuánto tiempo hacía que la gente se había vuelto tan apática. Entonces pensó que quizás había mirado al mundo equivocadamente y que todo estaba siendo fruto de una mala pasada que le estaba jugando su cognición derivada de un desatino a la hora de poner su vista sobre las cosas. Definitivamente debía haber mirado con poco cuidado. Así que volvió a mirar. Y lo que vio ahora hizo que su corazón olvidase su latido por unos instantes. No podía ser cierto.
Pasaron los días y lo que era antes impecablemente blanco era ahora enfermizamente negro, el azul y el rojo habían cambiado de posición y hacían que todo fuera confuso. En la luz solo había sombra y en la sombra una detestable luz que dañaba las retinas y ocultaba a plena vista, con su destello, las miserias antes escondidas en las tinieblas. El mundo era ahora completamente ilógico: el bueno era en realidad un infame malvado y el malvado solo era un soñador corrompido que había perdido el norte.
Habiendo visto todo esto, trató de hacérselo ver también a los demás, pero todos le tomaron por loco o por idiota y se burlaron o compadecieron de él. Trató de hablar con varias personas, pero se dio cuenta de que las personas se habían animalizado y vio más humanidad en los perros callejeros que en la mayoría de los de su especie. Desfallecido, decidió dejar de hablar: ya que nadie le escuchaba era mejor ahorrar fuerzas. Pasó de vivir a sobrevivir, mirando transcurrir el tiempo, observando el camino que trazaba su sombra desde el amanecer hasta el crepúsculo. La gente lo tachó de loco, pero él sabía amargamente que los locos eran ellos, así todo encajaba en esta irónica nueva versión de la realidad.
Un día, de entre la cegadora oscuridad apareció con sombría luz un niño. El infante corría con una amplia sonrisa dibujada en sus facciones traviesas. Al llegar al punto donde él se encontraba sentado, se detuvo el niño al ver sus desaliñadas vestiduras y su precario aspecto y, tras haberlo examinado, se acercó muy decidido y le cogió la cara con sus dos pequeñas manos. Al levantar la vista vio la cara del niño, con su cabeza ligeramente ladeada y su amplia sonrisa buscando la simpatía del desarrapado personaje. Era la primera muestra de afecto que había tenido en mucho tiempo y al ver al niño sintió una sensación que hacía muchos años que no sentía y recordó su percepción del mundo cuando era niño. Todo cobraba sentido ahora.

Ahora negro y blanco se fundían en gris, azul y rojo desaparecían a merced de un tono violeta, la luz rebajaba su brillo a una intensidad más cómoda y la oscuridad dejaba paso a una luz conveniente. La lógica se perdía ahora a veces, pero no había ni buenos ni malos, solo había personas más o menos acertadas.