"Esta noche tomaremos una copiosa cena, beberemos los más caros brebajes y gastaremos todo el dinero que tenemos para así procurarnos todo el lujo y divertimento que merecemos. Total, mañana seremos pobres..."

jueves, 20 de abril de 2017

UN TENSO ENFRENTAMIENTO


El odio que se profesaban era más que patente.
Aquel día se cruzaron, como era habitual, uno frente al otro, en un cruce, por no perder la costumbre, bajo una lumbre que cruza la calle de punta a punta. Sus rostros se maceraban en contenidos arrebatos de ira, el rechinar de sus dientes desgastaba sus premolares cual si de equinas dentaduras gaélicas se trataran.
No había un motivo en particular para el desprecio que recíprocamente se dedicaban, simplemente se odiaban. Pero lo cierto es que  Mr. Lipinegg era el verdadero despojo humano de entre los contemplativos contendientes, pues era por todos sabido que era ave de mala calaña, negra oveja de blanco rebaño, nutria gorda de flaca proveniencia.
Mr. Lipinegg era de esos fantoches mal avenidos que gustaba de hacer ver que era lo contrario: fantasmada tras fantasmada trataba de sostener una fachada que sólo él se creía. Y fingía que creía que los demás creían lo que él creía que los demás creían que él creía que creía. Creo.
Más no obstante, en un instante, se ganó la antipatía de la inmensa mayoría de todo el que allí vivía. Y se lo merecía. Pero de entre todo el que algún día odio le profesó, no había otro que más le profesara que el respetado Conde Cockintongue.
Y es por eso que aquel día, supo que todo llegaba a su fin, que de allí no pasaba, que aquel cenutrio de aquella se acordaba. Es por tanto que el Conde se sintió en la responsabilidad de que el acto fuera memorable, de que supusiese un ultraje tal que ofendiera a Mr. Lipinegg a semejante nivel que aquel no se atreviese a alzar de nuevo la vista hacia los ojos de su archienemigo el Conde nunca más.
En busca de las palabras precisas para desacreditar a aquel patán desagradable, Dick Cockintongue exprimió su cultivado seso rastreando una cita literaria,  un referente, las palabras de un sabio, o quizás un proverbio que sirviese para desacreditar al infame haragán de una vez por todas.
Pero el tiempo se agotaba, el batracio se apropaba y los segundos se escapaban imponiendo el fin de la barrunta y el paso a la acción del Conde Cockintongue. Tras los últimos instantes y cayendo en la cuenta de lo que no se había dado cuenta antes, a la altura del cenizo, se bajó los pantalones, quedó el otro sorprendido, de orgullo henchido se rascó el Conde los cojones, apretó cual se aprieta a un ser querido, se abrieron paso entre sus nalgas dos mojones, el otro quedó cual mal herido, se cagó un tanto en los talones y terminó su empresa complacido.
Estupefacto, parpadeó tras ver un tracto el aborrecible Lipinegg. Aún con los pantalones bajados, de gran cantidad de mierda anegado –pantorrillas y talón manchados- aguardaba enfrente el respetable Conde Cockintongue, con el mismo semblante inmutable y serio que había mantenido durante toda la demostración de poseer un intelecto superior.

El otro, tan pronto pudo, pirose del lugar por la dirección de la que venía. Nunca más molestaría al Conde. Nunca más lo haría.


Experimento con Tar Heel Reader

Doctor Who: Ghosts of Steel



 Ghosts of Steel
by Jose M. Payá
Este es otro de mis experimentos. Descubrí Tar Heel Reader durante mi tiempo en el Máster de Profesorado y este es el resultado de mi primera interacción con la misma. Todas las imágenes pertenecen a la BBC y no poseo los derechos de ninguna de ellas. Esto es una creación sin ánimo de lucro llevada a cabo como homenaje a la magnífica serie Doctor Who.

miércoles, 18 de mayo de 2016

The Teacher's Teacher

The Teacher's Teacher

The widest smile peeked my face, turning even more pronounced every time I thought about the adventure that awaited me: all space and time to roam, a thousand worlds to discover.

And in all my wanderings, always a common element, the main attraction: the Doctor. For one does not venture into an unfamiliar museum without a guide, the experience is always better with a "Cicerone" to shed light where the untrained eye finds only darkness.

-Clara, Clara ... -He said with a naughty smile as I entered the Tardis. He extended the pause to enjoy the anticipation. The anticipation to the rest of what, we both knew, he was going to say. What he always says and I like so much to hear. -Where are we going?

My smile could not be bigger. The Doctor took the Tardis' controls and touched, and pushed dozens of many-colored gadgets -I have always suspected that even he ignores what they do- and in an instant it was today and the next it was the unknown and remote tomorrow. We were years in the future in a strange destination.

-I think you'll like what you gonna see, Clara. You know...? I have brought you to space, we have been in a submarine of the Soviet Union, we saw the Rings Akhaten ... And yet I have never showed you how will your job be in the future.

The Doctor opened the door and a white and impressive light filled the room of the Tardis' main console.

-¡Welcome to Coal Hill, year 2063!

I was completely shocked when I saw my usual place of work a few decades in the future: it was the same building but different. I found it amazing how in so few years everything could progress so much: everything had changed but everything was the same. And among all the changes, I found something that had always been there: the main entrance with the same placard that had been there all of these years. When seeing that detail I felt at home despite being many years in the future: despite many changes occur, there must always be a respect for the essence so that the original value is not lost.

By accessing the interior we witnessed the most diverse wonders: in a class, students wore helmets, like virtual reality glasses. And they learned history as witnesses of the historic event. In another, the guys designed high-tech gadgets using a projection system showing the prototype in 3D and in real time, suspended in the air in front of its designers. We even saw how students of all ages had a kind of electronic folder with access to a global knowledge network. Through it, they could download packages of knowledge directly to a device worn around their heads. But above all, we always find in each class, whatever the subject was, leaving aside the amazing technological advantages, a recurring and very familiar element: a teacher.

-Thank you for bringing me here, Doctor. It has helped me to confirm something I've always suspected. -I said to the Doctor.- No matter how much time could pass, how many aeons elapsed and how much the technology improves: we will always need teachers to guide us through the unknown paths.

My eyes drowned with tears as the Doctor understood what I had you just said. He held the emotion and our eyes met, recognizing, each one in the other, his teacher of life. No need to say anything, we walked back to the Tardis, while our smiles widened to infinity.





The Teacher's Teacher (Español)


Una amplia sonrisa asomaba a mi semblante y se pronunciaba todavía más cada vez que recordaba la aventura que me esperaba: todo el espacio y el tiempo por recorrer, mil universos por descubrir.

Y en todas las andaduras siempre un elemento común, el aliciente principal: el Doctor. Y es que uno no se adentra en un museo que desconoce sin un guía, la experiencia es siempre mejor con un "Cicerone" que aporte luz donde la mirada inexperta solo halla oscuridad.

-Clara, Clara... -Dijo con una traviesa sonrisa mientras yo entraba a la Tardis. Alargó la pausa para disfrutar la anticipación al resto de lo que ambos sabíamos que iba a decir, lo que siempre dice y a mí me gusta tanto oír. 
-¿Dónde vamos?

Mi sonrisa ya no podía ser más grande. El Doctor tomó los mandos de la Tardis y tocó decenas de variopintos artilugios -siempre he sospechado que hasta él ignora qué es lo que hacen- y en un instante estábamos en la actualidad y al siguiente en un destino incógnito y remoto.

-Creo que te gustará lo que vas a ver, Clara. ¿Sabes...? Te he llevado al espacio, hemos estado en un submarino de la Unión Soviética, vimos los Anillos de Akhaten... Y sin embargo nunca te he enseñado cómo será tu oficio en el futuro.

El Doctor abrió la puerta y una blanca e imponente luz inundó la estancia de la consola principal de la Tardis.

-¡Bienvenida a Coal Hill, año 2063!

Quedé completamente pasmada al ver mi lugar habitual de trabajo unas décadas en el futuro: era el mismo edificio pero distinto. Me resultaba asombroso como en tan pocos años podía avanzar todo tanto: todo había cambiado pero todo estaba igual. Y entre todos los cambios encontré algo que siempre había estado allí: la entrada principal con el mismo cartel de siempre. Al ver ese detalle me sentí como en casa a pesar de estar muchos años en el futuro: por muchos cambios que se produzcan siempre debe haber un respeto por la esencia para que no se pierda el valor original.

Al acceder al interior fuimos testigos de las más diversas maravillas: en una clase, los alumnos llevaban cascos, parecidos a las gafas de realidad virtual. Y aprendían Historia como testigos presenciales del acontecimiento histórico. En otra, los chicos diseñaban artilugios de alta tecnología mediante un sistema de proyección que mostraba el prototipo en 3D y en tiempo real, suspendido en el aire frente a sus diseñadores. Incluso vimos cómo todos los estudiantes de todas las edades contaban con una especie de carpeta electrónica con acceso a una red de conocimiento global a través de la cual podían descargar paquetes de conocimiento directamente a un dispositivo que llevaban alrededor de su cabeza. Pero, ante todo, siempre encontramos en cada clase, fuera cual fuese la materia, dejando al margen los sorprendentes avances tecnológicos, un elemento recurrente y muy familiar: un profesor.

-Gracias por haberme traído aquí, Doctor. Me ha servido para confirmar algo que siempre he sospechado, -Dije al Doctor.- y es que pase el tiempo que pase, por mucho que transcurran los eones y mejore la tecnología, siempre necesitaremos maestros que nos guíen por los senderos desconocidos.

Mis ojos se anegaron de lágrimas mientras el Doctor comprendía lo que le acababa de decir. Contuvo la emoción y nuestras miradas se cruzaron reconociendo, cada uno en el otro, a su maestro de la vida. Sin necesidad de decir nada, caminamos de vuelta a la Tardis, mientras nuestras sonrisas se ampliaron hasta el infinito. 

viernes, 24 de abril de 2015

BARBAS

Hace un momento una persona que se encontraba detrás de mí en la cola de un restaurante de comida rápida ha comenzado a despotricar hacia los que llevamos barba. Alegaba que era antihigiénico, y que éramos unos cerdos con la barba "llena de bichos que saltan". Para reforzar su argumento ha recalcado que "Mi libertad empieza donde acaba o... Acaba donde...bueno... Tú ya me entiendes." Yo no la he entendido, por cierto. Luego he visto que era lo que en mi pueblo gustan de llamar un "estrafermo" o "astrafermo" según a la abuela que se lo escuches. Esto, en principio, no me supone ningún problema ya que yo mismo me encuentro más cercano a Alfredo Landa que a Leonardo DiCaprio. Pero que una persona que es en sí desagradable a la vista -luego he corroborado que también al oído- se permita el lujo de poner a parir a voz en grito a todos los "barbudos" que allí habíamos solo porque no le gustan las barbas, me parece, cuanto menos, digno de estudio. Y más cuando quizás el resto somos los que tendríamos algo que decir de abortos de mono como ella (y ya no por el aspecto, eso es lo de menos, sino por la (a)personalidad y los valores de mierda que tiene) y callamos con tal de tener la fiesta en paz.



BORREGOS EN LA SALA

Bueno y ahora, en honor a mis compañeros de suplicio, narraré lo que nos aconteció el otro día entre las 19:15 y las 22:00 hs.
Sucede que decidimos ir a ver en pantalla grande esa inmensa maravilla que Kubrick tuvo a bien titular 2001: A Space Odissey. Tras la anterior experiencia con Blade Runner, el buen sabor de boca que nos dejó -debido a que, pese a estar la sala atestada, no hubo ni la más mínima molestia ni se oyó una mosca, por lo cual pudimos disfrutar como tontos de la peli (y eso que me entraron ganas de cagar a mitad)- nos llenó de ganas de repetir.
La cosa marchaba bien: esta vez la asistencia era bastante más discreta, lo cual suele ser de agradecer, y parecían todos gente respetable. Pero, cuando apagaron las luces, una horda de manatíes con dengue entró aullando por la puerta como cerdos mal matados. Quise pensar que, cuando empezase la peli, se callarían, pero no fue así. Los colegas entraban hablando por teléfono a voz en grito, tratando de hacerle un mapa al más retrasado de todos ellos para que pudiera despasar el pestillo del wc, salir de la taza, subirse los pantalones, y llegar a la sala. Este asunto se prolongó durante los primeros minutos de pantalla en negro con el sonido ambiente de la peli (lo cual, aclaro para los ignorantes a este respecto, es parte de la misma). El eminente idiota llegó al fin portando una cara entre Macario mal afeitao' y el Povedilla de Los hombres de Paco, tropezó con un escalón y, no sé si al ver esto o simplemente porque le picaba el culo, una de las morsas decidió bajar graznando para sentarse con Macario en las primeras filas. Todos respiramos aliviados al irse el que creíamos el promotor de todo el alboroto; pero en realidad, el resto del deleznable grupito poco tenía que envidiar a la familia de La Matanza de Texas de Tobe Hooper.
Para resumir, los muy hijos de la grandísima puta se pasaron toda la santa película (160 mins.) dando por el culo de todas las formas que se contemplan en la enciclopedia Larousse y algún que otro diccionario de términos náuticos. Fruto de su (ausencia de) ingenio pudimos oír comentarios del director a voz en grito, experimentar el relajante placer que suponen las patadas a la butaca, escuchar descojones en escenas míticas, amén de ronquidos en reiteradas ocasiones en que el cerebro de la morsa mayor desconectaba por completo... Pero la guinda se la llevo el único niño del grupo, una foca también, por cierto.
*En este punto aclaro que no tengo nada contra focas, dugongos y/o manatíes y pido disculpas al colectivo de Leones Marinos, Focas Monje, Focas Leopardo, Ballenas Blancas, Narvales y Marsopas por cualquier tipo de molestia que les haya podido ocasionar al ser comparados con semejantes pedazos de mierda.*
El caso es que el jodido niñato dio por el culo más allá de los límites de todo lo que es razonable: no se calló, hizo ruiditos con la boca solo porque se aburría, río a carcajadas como un retrasado de baba...
Entre las más destacables de todas las lindezas con las que tuvieron a bien amenizarnos la velada, está tirarse tres cuartos de hora para pelar un caramelo, atragantarse escandalosamente como la cosa más subnormal que se haya visto y salirse en el intermedio de la peli -creyendo que era cosa del cine- ante la total ignorancia de la obra de Kubrick para volver un cuarto de hora más tarde habiéndose perdido un buen cacho del film...
Y para coronar, el sujeto que oprimió con su desproporcionado culo el indefenso asiento que estaba justo a mis espaldas durante 160 minutos comentó "¡28 años hacía que no la veía!"
¡¿Y no podías haber esperado un día más, cabrón?!


lunes, 23 de marzo de 2015

UN ENTRAÑABLE EMPLEADO

Esta tarde hemos ido al reformado y prácticamente recién estrenado Club Social de al lado de la Biblioteca General de la UA -no me preguntéis el número porque, sinceramente, ni sé cuál es, ni me quita el sueño no saberlo...- con la finalidad de pasar unas cuantas horas estudiando y trabajando para preparar el examen de Literatura Inglesa Medieval que tenemos el próximo miércoles. Al ir a sentarnos hemos observado que absolutamente todas las mesas del espléndido, nuevo y majestuoso Club Social estaban cubiertas de una suerte de material al que, para no herir sensibilidades y conservar el tono PG13 de este post me referiré como asquerosa putísima mierda que llevaba ahí un buen número de no menos putas horas. 

La elección del sitio donde llevar a cabo las antes referidas horas de estudio se veía, pues, comprometida por tan desagradable espectáculo. Así que hemos interceptado la mesa que menos cantidad de mierda tenía y, justo cuando me disponía a tratar de obliterar una buena parte de la abundante materia fecal que se encontraba sobre la mesa con un kleenex que reservaba para albergar futuras consecuencias de estornudo, uno de mis compañeros ha apuntado que era tarea de los empleados del local mantener las mesas limpias, lo cual no me ha parecido ningún disparate. Así que he esperado mientras mi otro compañero llamaba, con su mano, muy educadamente, la atención de uno de los empleados. 

Pero ha querido el destino que justo en ese momento apareciese en el horizonte un manatí a dos patas empujando un carrito, un orondo pedazo de carne con bigote mal repartido y semblante trístemente avenido, un dugongo -con perdón de los manatíes y los dugongos que puedan, con más juicio que lo haría el referido batracio (con perdón de los batracios), leer esto- que apenas sí podía sostener su catastrófica figura sobre su tronchada espina dorsal. El estrafermo en cuestión, con una chulería no vista desde las películas de Terence HiIl y Bud Spencer, ha levantado su grotesco dedo índice, como hiciera el entrañable T-1000 a Sarah Connor en la no menos tierna Terminator 2: El día del Juicio Final, y ha negado el servicio por el que le pagan un sueldo -ya que por sus buenos modales creo que no le corresponde percibir ganancia- pasando a nuestra altura con aires de superioridad y mirándonos con desprecio, como aquel que aguanta la respiración al pasar a la altura de un montón de estiércol. 

Dadas las circunstancias he hecho lo que tenía previsto en un principio y he limpiado yo la mesa con mi kleenex, dejando desamparados y sin consuelo a la famila de mocos que tenía previsto mudarse allí en breve, y que tendrán que conformarse con acabar en un trozo de papel higiénico, eso sí, con dibujitos. A pesar de mis esfuerzos, allí han quedado todavía restos de un velociraptor y dos trilobites que estuvieron esperando a que les limpiaran la mesa hace un tiempecillo. Así que, con la mierda a medio limpiar, hemos tenido que pasar nuestra tarde de estudio en el Cul Sucial...perdón, Club Social anteriormente citado, el cual, a pesar de su apabullante remodelación, sigue albergando los mismos gilipollas maleducados de siempre. 

Quiero pensar que no todos sus empleados son así, de hecho había alguno que parecía estar trabajando, pero el referido aborto de morsa que tan amablemente nos ha [des]atendido, no es precisamente un gran referente para hacer deducciones acerca de lo competente del personal del lugar. Supongo que para comportarse de tal manera debe excusarse en que su vida es una mierda, y él medio idiota, pero, sinceramente, con su comportamiento lo único que fomenta es que su vida siga siendo el estercolero que él se labra día a día.