The Teacher's Teacher
The widest smile peeked my face, turning even more pronounced every time I
thought about the adventure that awaited me: all space and time to roam, a
thousand worlds to discover.
And in all my wanderings, always a common element, the main attraction: the
Doctor. For one does not venture into an unfamiliar museum without a guide, the
experience is always better with a "Cicerone" to shed light where the
untrained eye finds only darkness.
-Clara, Clara ... -He said with a naughty smile as I entered the Tardis. He
extended the pause to enjoy the anticipation. The anticipation to the
rest of what, we both knew, he was going to say. What he always says and I like
so much to hear. -Where are we going?
My smile could not be bigger. The Doctor took
the Tardis' controls and touched, and pushed dozens of many-colored
gadgets -I have always suspected that even he ignores what they do- and in an
instant it was today and the next it was the unknown and remote tomorrow. We
were years in the future in a strange destination.
-I think you'll like what you gonna see, Clara. You know...? I have brought
you to space, we have been in a submarine of the Soviet Union, we saw the Rings
Akhaten ... And yet I have never showed you how will your job be in the future.
The Doctor opened the door and a white and impressive light filled the room
of the Tardis' main console.
-¡Welcome to Coal Hill, year 2063!
I was completely shocked when I saw my usual place of work a few decades in
the future: it was the same building but different. I found it amazing how in
so few years everything could progress so much: everything had changed but
everything was the same. And among all the changes, I found something that had
always been there: the main entrance with the same placard that had been there
all of these years. When seeing that detail I felt at home despite being many
years in the future: despite many changes occur, there must always be a respect
for the essence so that the original value is not lost.
By accessing the interior we witnessed the most diverse wonders: in a
class, students wore helmets, like virtual reality glasses. And they learned
history as witnesses of the historic event. In another, the guys designed
high-tech gadgets using a projection system showing the prototype in 3D and in
real time, suspended in the air in front of its designers. We even saw how
students of all ages had a kind of electronic folder with access to a global
knowledge network. Through it, they could download packages of knowledge
directly to a device worn around their heads. But above all, we always find in
each class, whatever the subject was, leaving aside the amazing technological
advantages, a recurring and very familiar element: a teacher.
-Thank you for bringing me here, Doctor. It has helped me to confirm
something I've always suspected. -I said to the Doctor.- No matter how much
time could pass, how many aeons elapsed and how much the technology improves:
we will always need teachers to guide us through the unknown paths.
My eyes drowned with tears as the Doctor understood what I had you just
said. He held the emotion and our eyes met, recognizing, each one in the other,
his teacher of life. No need to say anything, we walked back to the Tardis,
while our smiles widened to infinity.
The Teacher's Teacher (Español)
Una amplia sonrisa asomaba a mi
semblante y se pronunciaba todavía más cada vez que recordaba la aventura que
me esperaba: todo el espacio y el tiempo por recorrer, mil universos por
descubrir.
Y en todas las andaduras siempre un
elemento común, el aliciente principal: el Doctor. Y es que uno no se adentra
en un museo que desconoce sin un guía, la experiencia es siempre mejor con un
"Cicerone" que aporte luz donde la mirada inexperta solo halla
oscuridad.
-Clara, Clara... -Dijo con una
traviesa sonrisa mientras yo entraba a la Tardis. Alargó la pausa para
disfrutar la anticipación al resto de lo que ambos sabíamos que iba a decir, lo
que siempre dice y a mí me gusta tanto oír.
-¿Dónde vamos?
Mi sonrisa ya no podía ser más
grande. El Doctor tomó los mandos de la Tardis y tocó decenas de variopintos
artilugios -siempre he sospechado que hasta él ignora qué es lo que hacen- y en
un instante estábamos en la actualidad y al siguiente en un destino incógnito y
remoto.
-Creo que te gustará lo que vas a
ver, Clara. ¿Sabes...? Te he llevado al espacio, hemos estado en un submarino
de la Unión Soviética, vimos los Anillos de Akhaten... Y sin embargo nunca te
he enseñado cómo será tu oficio en el futuro.
El Doctor abrió la puerta y una
blanca e imponente luz inundó la estancia de la consola principal de la Tardis.
-¡Bienvenida a Coal Hill, año 2063!
Quedé completamente pasmada al ver mi
lugar habitual de trabajo unas décadas en el futuro: era el mismo edificio pero
distinto. Me resultaba asombroso como en tan pocos años podía avanzar todo
tanto: todo había cambiado pero todo estaba igual. Y entre todos los cambios
encontré algo que siempre había estado allí: la entrada principal con el mismo
cartel de siempre. Al ver ese detalle me sentí como en casa a pesar de estar
muchos años en el futuro: por muchos cambios que se produzcan siempre debe
haber un respeto por la esencia para que no se pierda el valor original.
Al acceder al interior fuimos testigos
de las más diversas maravillas: en una clase, los alumnos llevaban cascos,
parecidos a las gafas de realidad virtual. Y aprendían Historia como testigos
presenciales del acontecimiento histórico. En otra, los chicos diseñaban
artilugios de alta tecnología mediante un sistema de proyección que mostraba el
prototipo en 3D y en tiempo real, suspendido en el aire frente a sus
diseñadores. Incluso vimos cómo todos los estudiantes de todas las edades
contaban con una especie de carpeta electrónica con acceso a una red de
conocimiento global a través de la cual podían descargar paquetes de
conocimiento directamente a un dispositivo que llevaban alrededor de su cabeza.
Pero, ante todo, siempre encontramos en cada clase, fuera cual fuese la
materia, dejando al margen los sorprendentes avances tecnológicos, un elemento
recurrente y muy familiar: un profesor.
-Gracias por haberme traído aquí,
Doctor. Me ha servido para confirmar algo que siempre he sospechado, -Dije al
Doctor.- y es que pase el tiempo que pase, por mucho que transcurran los eones
y mejore la tecnología, siempre necesitaremos maestros que nos guíen por los
senderos desconocidos.
Mis ojos se anegaron de lágrimas
mientras el Doctor comprendía lo que le acababa de decir. Contuvo la emoción y
nuestras miradas se cruzaron reconociendo, cada uno en el otro, a su maestro de
la vida. Sin necesidad de decir nada, caminamos de vuelta a la Tardis, mientras
nuestras sonrisas se ampliaron hasta el infinito.